España se convertía en la primera selección europea en ganar un Mundial fuera de su continente (cuatro años después lo conseguiría también Alemania) y, además, en la primera que lo ganaba tras haber perdido el primer partido y siendo el equipo nacional con la menor cifra goleadora de todos los campeones. Curiosamente, España había superado todas y cada una de las eliminatorias directas por un 1-0. La hazaña más reseñable fue que se convirtió en la tercera selección europea en conquistar el «doblete» de selecciones, es decir, ganar Eurocopa y Mundial, o viceversa, en ediciones seguidas.
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